jueves, 15 de agosto de 2013

SIMPLEMENTE ORLANDO *


Ese flaco que me espera, puntual como pocos, en una esquina de la plaza de Arequipa es el escritor Orlando Mazeyra. Nunca antes lo vi en persona, pero lo reconozco en el acto. Es más alto de lo que imaginé, más que yo, o sea, y quizá ese rasgo acentúe su delgadez. Su corte de pelo, casi al rape, es idéntico al que lleva en las fotos que aparecen en las solapas de sus libros, en su Facebook y en su blog. Nuestra cita era a la 1:00 p.m. La concertamos, vía Face, hace solo un par de horas. Pucha, llego tres minutos tarde.
Me hablaron por primera vez de Orlando Mazeyra Guillén (Arequipa, 1980) en el 2010, cuando aún vivía en Puno. Valió la pena pagar 15 soles por estos cuentos, me dijo un escritor puneño, gran amigo mío, quien había comprado La prosperidad reclusa (2009), el segundo libro de Mazeyra, únicamente para no desairar al vendedor, un célebre poeta de la Ciudad Blanca. Otro amigo, en aquel entonces estudiante de Derecho de la UNSA, me contó que el viaje de Arequipa a Puno (en bus económico), que en otras ocasiones le parecía insoportable, ahora, increíblemente, con el texto de Mazeyra entre manos, le había resultado hasta placentero. Me bastó leer los primeros relatos de La prosperidad reclusa para darles la razón.
Estamos en el segundo piso de una cafetería de la calle Mercaderes; Orlando ha pedido, para los dos, unos helados que están deliciosos. He derribado el mío, no sé si por nerviosismo o distracción, pero —oh, sorpresa— no se ha derramado ni una gota. Mazeyra quiere obsequiarme Mi familia y otras miserias (2013), su último libro de cuentos, pero ya tengo mi ejemplar, recién compradito de la Libunsa, y se lo alcanzo para que me lo firme. Hago lo propio con Urgente: necesito un retazo de felicidad (2007), su ópera prima, pero ocurre que ya está autografiada por el autor y tiene una dedicatoria tremebunda. Le confieso, avergonzado, que la acabo de adquirir en una librería de viejo. Orlando arranca esa página, la dobla en cuatro, se la guarda en el bolsillo del pantalón y estampa su rúbrica en la segunda hoja.
Enciendo mi reportera digital… A Mazeyra le apasiona el fútbol. Era un niño cuando su padre lo llevó por primera vez al estadio. Desde ese momento se quedó encandilado con el balompié. Su contacto inicial con la escritura se lo debe, quién lo diría, a este deporte. Cuando era colegial leía las crónicas deportivas de El Gráfico, de Argentina, y escribía cuentos futbolísticos. Uno de sus personajes era un arquero imbatible que tenía el mismo apellido que el director de su colegio y defendía, qué duda cabe, el arco del Melgar, equipo del que Orlando se declara hincha acérrimo.
Ingresó a Ciencias de la Comunicación en la UNSA, pero su madre le advirtió que, si no quería morirse de hambre, debía seguir, además, una carrera con futuro. Así que se fue a estudiar Ingeniería de Sistemas a la UCSM. Sin embargo, nunca se alejó de la prensa. Actualmente, publica crónicas y entrevistas en distintos medios locales, nacionales e internacionales. Incluso fue corrector de estilo en la edición sureña de un conocido diario. Su gran referente en el periodismo es su amigo César Hildebrandt.
Su escritor predilecto es Mario Vargas Llosa. Dice que devoró todas sus obras, menos La guerra del fin del mundo, que dejó a medio leer. Lo admira tanto que, cuando tuvo la oportunidad de visitar la biblioteca del nobel, en Lima, estuvo a punto de besar su escritorio. El libro de Vargas Llosa que lo marcó y con el cual se siente identificado es El pez en el agua, ya que el niño Orlando, al igual que el niño Mario que aparece en esas memorias, tuvo una relación muy tormentosa con su padre.
Formulé poquísimas preguntas —breves, vacilantes, obvias—, en la hora y media que duró nuestra reunión. Mazeyra se anticipó a casi todas las que había planeado y me las absolvió como si hubiese ensayado las respuestas. Por eso me despedí feliz, presto a transcribir el audio. Nunca imaginé, Orlando, que un virus, compadecido tal vez mi torpeza periodística, borraría esa entrevista.
 
* Columna publicada en Correo Arequipa (10/08/2013).

martes, 6 de agosto de 2013

SUEÑO CON SERPIENTES



Don Manuel se disponía a ordeñar sus vacas cuando se topó con la serpiente. Sí, una culebra de 80 centímetros se había prendido, cual becerro lactante, de la ubre de una de sus reses. Al menos eso fue lo que el agricultor de la irrigación Majes contó a la prensa a fines de abril, exhibiendo como trofeo y prueba el cuerpo yerto del reptil en una botella de vidrio. 
 
Al parecer el valle de Majes se había convertido, durante esa temporada, en un nido de víboras sedientas de leche vacuna ya que los vecinos de don Manuel relataron historias similares. “He vendido 8 de mis vacas para el sacrificio pues, luego que las culebras chupan la leche de las reses, estas se secan, no vuelven a producir nunca más, incluso llegan a enfermar tanto que mueren”  fue el pasmoso testimonio de don Reinaldo, quien aseguraba haber tropezado en su corral con una serpiente de dos metros (Correo Arequipa, 28/04/2013).

Relatos de ese tipo ya los había oído, cuando niño, en la zona aimara de Puno. Una de las diabólicas fechorías que los campesinos achacaban a las culebras era, precisamente, la adicción a la leche de vaca. Por eso, ellos las perseguían con saña, como si las serpientes fuesen la encarnación del mal. Si las atrapaban, les machacaban la cabeza con una piedra, aunque a veces, dizque para aprovechar sus virtudes curativas, les quitaban la piel y se las comían crudas o las metían vivas en un pomo repleto de alcohol.

Nunca creí del todo en la culpabilidad de estos reptiles; siempre les concedí, como dicen los abogados, el beneficio de la duda. Así que la noticia sobre la plaga de ofidios en la irrigación Majes me dejó desconcertado. Y quizá hubiera terminado tragándomela si, hace algunos días, en el libro El enigma de las extrañas criaturas (Ed. Mitre, 1987, Barcelona) del periodista estadounidense John A. Keel, no me hubiese dado de bruces con este pasaje: “Otra serpiente popular inexistente es la de la leche. De ésta se cuenta que repta hasta las ubres de las vacas y se agarra a ellas hasta quedar bien harta de leche”.

Es decir, la odiosa culebra lactante, esa misma que antaño aterrorizaba a mis abuelos y que hoy hace lo propio en el valle de Majes, es ‒según dicho autor‒ tan legendaria y folclórica como el hombre lobo o el unicornio. Puro cuento, en suma… En realidad, esa es la posición oficial de los herpetólogos (entendidos en reptiles). En ese sentido se pronunció, por ejemplo, la Asociación Herpetológica Española en el 2010, a saber, las serpientes no maman.

De acuerdo con los herpetólogos: a) La culebra no tiene labios, ergo, es incapaz de lactar; b) La leche no le sirve pues su organismo no puede sintetizarla, y c) Es tímida y, merced a su instinto de supervivencia, no se acerca voluntariamente a un depredador en potencia como la vaca o el ser humano.

Me pregunto si algún especialista del Senasa explicó esas cosas tan sencillas a los pobladores de la irrigación Majes, porque tal parece que el alcalde del distrito -quien ofreció capturar a los ofidios y llevarlos a otro sitio (lapsus ecológico)- y el jefe de la Oficina de Medio Ambiente de dicha comuna -quien declaró que cualquier “contacto brusco” con las ubres de la vaca provoca que las hormonas de la leche dejen de funcionar (lapsus técnico)- solo alimentaron más el mito. A la culebra lactante, o sea.

*Columna publicada en Correo Aqp (03/08/2013).

lunes, 10 de junio de 2013

Lurgio Gavilán Sánchez: "El monstruo es el pensamiento Gonzalo”*



Era todavía un niño cuando se unió a Sendero Luminoso (SL). En sus filas, casi analfabeto y con el libro rojo de Mao que heredó del camarada Rubén (su hermano mayor), fue uno de los protagonistas de la espiral de violencia provocada por este grupo subversivo. A los 14 años cayó en un enfrentamiento con el Ejército; un teniente le perdonó la vida a cambio de que se haga soldado. Entonces tuvo que combatir a sus antiguos camaradas. Después pidió su baja y se hizo hermano franciscano, pero no tardó en colgar los hábitos. Hoy, a sus 40 años, Lurgio Gavilán Sánchez (Ayacucho, 1973) es un antropólogo que cursa estudios de doctorado en México. El año pasado publicó sus Memorias de un soldado desconocido. El texto fue presentado el último 6 de junio, a las 19 h, con ocasión del VII Festival del Libro de Arequipa, en los altos del Portal de la Municipalidad. Correo conversó con Gavilán, quien compartió con nosotros fragmentos de su vertiginosa vida.

Usted se incorpora a Sendero Luminoso voluntariamente, a los 12 años, ¿fue -como dice en su libro- solo para reencontrarse con su hermano o también porque había calado en Ud. la prédica de SL?

Cuando llega SL empieza a predicar la buena noticia, la justicia social, y muchos jóvenes se van, entre ellos mi hermano; él era muy querido y yo lo quise encontrar...

Ud. emplea una metáfora, dice que SL llegó, para los campesinos, como una lluvia buena que luego se torna diluvio...

Sí, SL llegó muy bonito, la justicia para todos; era bonito porque, por ejemplo, yo veía a mi papá sembrar maní durante todo un año, es difícil, todo un año para después comprar atunes y un poco de ropa, y los comerciantes venían y nos engañaban. Era una injusticia que veíamos a diario y nosotros queríamos ser, pues, como los demás.

Ud. fue testigo de varios ajusticiamientos que perpetró SL. ¿Hubo alguno que lo marcó profundamente?

Fue el de la primera vez, de los cientos que hubo. Entramos a una casa y todos debíamos participar. Era una familia con hijos, rodeamos la casa, sacaron al esposo a patadas y lo asesinamos, por ser un yanauma (soplón). Eso creo que me asustó muchísimo. Después la violencia se normalizó. Ver tanta muerte, ver a tus hermanos asesinados, esas cosas se normalizan.

¿Responsabiliza Ud. a Abimael Guzmán?

Con su pensamiento guía nos condujo a estas atrocidades de la vida. Decía estamos luchando por los más pobres, y paradójicamente a los más pobres teníamos que asesinar.

¿Qué opina sobre la matanza de periodistas en Uchuraccay? ¿La perpetraron los comuneros, como dice el informe de Vargas Llosa?

Hay mucho silencio de la misma comunidad al respecto, pero cuando yo estuve allí, muy cerca, en el 83, dijeron que los campesinos, que ya estaban organizados en rondas, los habían asesinado porque uno de ellos, (Juan) Argumedo, el guía de los periodistas, era de SL, y los ronderos creyeron que todos eran senderistas. Pero, como dicen los mexicanos, quién sabe.

Su incorporación al Ejército no fue voluntaria, Ud. fue capturado tras un enfrentamiento entre SL y los militares. ¿Llegó a sentir, como soldado, amor por la patria y a percibir a sus excamaradas como enemigos?

Yo caigo prisionero, estaba convencido para morir por el partido, por el pensamiento Gonzalo. Cuando empezaron a dispararme yo grité ¡Viva Marx!, ¡viva Lenin!, ¡viva Gonzalo!... Había que morir así. Cuando llego al Ejército me inculcaron todos los días que hay que pacificar al país, estamos haciendo el bien, hay que matar a los terruquitos; uno lo asimila y eso también se normaliza.

En el Ejército Ud. fue testigo de ejecuciones extrajudiciales, ¿fueron hechos aislados o una guerra sucia, como dicen, implantada por el Estado?

¿Guerra sucia? No hay una guerra limpia, toda guerra es atroz, estábamos en una zona de emergencia donde no había derechos humanos. Y de estas cosas extrajudiciales no sabían los comandantes ni los generales.

Dice Carlos Iván Degregori que su libro es un intento de reconciliarse con Ud. mismo.

Sí, varios dijeron de mi libro que aquí nadie es el otro.

El Movadef, al pregonar la amnistía general, también promueve una suerte de reconciliación.

Me hacen recordar mucho a la época en que llega SL, diciendo pan para todos, justicia social; ellos dicen que hay que abrir las cárceles, y no me parece correcto, no conocen la historia... Los jóvenes no conocen al monstruo, que es el pensamiento guía, encarnado para asesinar a sus propios hermanos, una ideología enfermiza.

Entonces, el llamado pensamiento Gonzalo es incompatible con la reconciliación.

Sí, es totalmente incompatible.

*Entrevista publicada en Correo Arequipa (6/6/2013).


miércoles, 9 de enero de 2013

Arturo Vilchis Cedillo: "En Lima, Gamaliel Churata fue rechazado por serrano"*

Arturo Vilchis, durante la conferencia sobre Churata y De Rokha ofrecida en el auditorio del GRP.

No es de Puno, pero su versación en la vida y obra de Gamaliel Churata, y más aún, la pasión que irradia al referirse al autor de “El Pez de Oro”, son una verdadera lección de puneñidad. No en balde publicó “Arturo Pablo Peralta Miranda. Travesía de un itinerante” (2008), una documentada biografía del escritor altiplánico. Su nombre es Arturo Vilchis Cedillo, y es mexicano; aunque, admitámoslo, su dejo parece más bien el de un peruano. Y si no dijera “Orkópata” o “áimara”, incluso se haría pasar por puneño.
Por estos días, Vilchis está de visita en Puno. El pasado miércoles (19/12/2012), a las 10 h, en el auditorio del gobierno regional, dictó una conferencia sobre Churata y el poeta chileno Pablo de Rokha. Una suerte de vidas paralelas. Y por la tarde, mientras la lluvia hacía de las suyas, nos concedió una entrevista en la sala de recepción de su hotel. Lo que sigue es solo la primera parte de esa extensa y, para nosotros, enriquecedora charla.
 
¿Cómo nace su interés por investigar a Churata, teniendo en cuenta que Ud. es mexicano, y Churata como que no es muy conocido ni siquiera en el Perú?
Sí, bueno, yo inicié con Churata hace más de doce años, mi primer acercamiento fue a partir de un artículo sobre la vanguardia andina en Puno que salió en la “Revista de Crítica Literaria Latinoamericana”, que dirigía Antonio Cornejo Polar en los 80. Y, bueno, en México yo he tenido profesores, exiliados peruanos, que hablaban tanto de Mariátegui como de Vallejo, y muy poco se mencionaba a Churata; en México existe, y he tenido la oportunidad de revisar, la edición facsimilar de “Amauta” y encontré un cuento de Churata, “El gamonal”, así como algunos otros escritos, digamos que ahí empezó mi interés… Yo, posteriormente, en el año 2000 encontré en la biblioteca personal de José Gaos, el filósofo español que llegó a radicar en México, el único ejemplar existente en México de “El Pez de Oro”, de 1957, con la firma y dedicatoria de Churata a Gaos. Posteriormente, empecé a indagar más y leí “Fronteras del discurso” de Miguel Ángel Huamán, después llegó “El ultraorbicismo en el pensamiento de Churata” de Manuel Pantigoso. Y por primera vez viajé al Perú, a Lima, en 2004; posteriormente vine dos días a Puno, y un día y medio a Bolivia. En este primer viaje traté de buscar todo lo referente a Churata… Fue muy corta mi travesía. Posteriormente, yo voy a seguir viajando, digamos, esta es la cuarta vez que estoy en Puno, la cuarta y única ocasión que he podido estar más de un mes, no solamente en Puno sino también en Bolivia.
  
Le oí decir en la conferencia que Ud. tuvo un profesor que perteneció a Gesta Bárbara y que probablemente conoció a Churata en Bolivia.
Sí, es Gesta Bárbara, pero es la segunda Gesta Bárbara, no la primera de Potosí, de 1917-18; él perteneció a la generación de 1945, no fue, digamos, de los primeros integrantes. Él fue el doctor Mario Miranda Pacheco, quien falleció hace poco… Yo estudié la licenciatura de Estudios Latinoamericanos en la UNAM, él impartía una clase que se llamaba Seminario Socioeconómico de América Latina. Cuando lo tuve de profesor, en el 96 - 97, yo todavía no conocía a Churata… Yo me acerqué a él (Miranda) en el 2004 y fue cuando él me dijo que realmente Churata era un tema finiquitado para la historia de la cultura de Latinoamérica… Y él se negó rotundamente a hablar sobre Churata…
 
Pero lo conoció…
Lo conoció… Churata era un referente, digamos, fundamental desde el año 32, en que llega a Bolivia, hasta los 60. Era un guía, pero no en un sentido autoritario de decir qué se hacía o qué no se hacía. Y aunque él no era aceptado dentro de la intelectualidad boliviana, sabía todo lo que se estaba haciendo culturalmente en Bolivia… Y Mario Miranda, por supuesto, tuvo participación en la cultura boliviana hasta antes de llegar a México, y tuvo que ver con Churata. Y más porque Churata hizo una crítica a esta segunda generación… Él dijo que estos jóvenes habían escrito para una élite, nunca para el pueblo, para la masa. La posición de Churata siempre fue que ser periodista no significa que el conocimiento, el saber se rebajaba. Simple y sencillamente, al pueblo también hay que darle la educación, porque eso no es un privilegio de una élite.
 
Cuando se publicó “El Pez de Oro”, como que en Puno no se le entendió, en el Perú mucho menos. Se creía que en Bolivia le fue mejor, pero Ud. descubrió que incluso intelectuales bolivianos no lo habían leído.
Mira, cuando sale “El Pez de Oro”, en la edición de Kanata (1957), su recepción es pésima. Hay una crítica que se le hace, a los pocos meses, en una revista cuyo nombre ahorita no recuerdo muy bien, donde se dice que no sirve para nada, que es un libro inútil, y el tipo ese lo deshace completamente, sin saber realmente lo que era… Por otra parte también, al hablar del indio en “El Pez de Oro”, su recepción en Bolivia no es tan buena, por los prejuicios que existen contra el indio en ese país hasta la fecha, ¿no?, y eso contó para que “El Pez de Oro” fuera marginado en lo cultural; sin embargo, Fernando Diez de Medina, como un acto, digamos, de reconocimiento al maestro Churata, le intenta dar el Premio Nacional de Cultura, y Churata lo rechaza. Dice Don Ángel Torres, un periodista que conoció a Churata, dice que lo rechazó porque seguía siendo peruano. Yo intento demostrar con mi investigación que Churata lo rechaza porque estaba fuera de este círculo de premios, de medallas, nunca estuvo de acuerdo con ello. Hasta la fecha existen unas cartas a su hijo Mario Peralta en las cuales da a conocer, a ciencia cierta, lo que significó el rechazo a este premio que Diez de Medina le intentó dar… Y en Lima siempre ha sido rechazado, aunque ahora se le está dando un poco más de importancia, se le ha rechazado por ser serrano… (Bueno, aunque él era mestizo, nació en Arequipa, pero dice yo me formé en Puno, y quizá fue un accidente nacer en Arequipa). Eso por una parte, la otra por ser autodidacta. Y la tercera por ser defensor del indio. La cuarta, digamos, por la cuestión ideológica. Por eso fue rechazado en los círculos intelectuales de Lima y Bolivia… A mí me alegra que ahora se le esté dando mayor difusión a la obra de Churata. Prueba contundente de esto es que en España, Cátedra, una de las editoriales más importantes a nivel del habla hispana, lo ha editado (“El Pez de Oro”) gracias a otra conocedora de Churata que es Helena Uzandizaga, la catalana. Eso da muestra de que Churata está en el mismo horizonte de equilibrio junto a otros escritores no solamente latinoamericanos sino a nivel mundial.
 
Pero Ud. comentaba que había hallado ejemplares de “El Pez de Oro” sellados, que no habían sido leídos, en las bibliotecas de intelectuales bolivianos.
Sí, Churata repartía sus libros. Me han dicho que él los tenía debajo de la cama como tabiques, como adobes, y los repartía, algunos con dedicatoria y demás. Por ejemplo, yo he revisado en Bolivia la biblioteca personal de Augusto Costa de la Torre, un gran intelectual y literato boliviano, y “El Pez de Oro” está sin abrir, las páginas están tal como salen de la imprenta, pegadas. Ese es uno; el otro es de la biblioteca de El Alto, de Antonio Pérez Candia, también el libro está intacto. Hay otro ejemplar en la Universidad de San Andrés, y también está intacto, no lo llegaron a leer… Yo les puedo decir que revisé el ejemplar de José Gaos, y sí está abierto y tiene ciertas anotaciones que ya con el tiempo, como eran hechas a lápiz, ya son ininteligibles, pero se ve que Gaos sí llegó a hacer una lectura de “El Pez de Oro”.
 
* Entrevista publicada en el diario Correo (Puno), 22/ 12/ 2012.


jueves, 16 de agosto de 2012

¿RUPTURA AIMARA?



Las recientes pugnas entre el denominado Comité de Lucha de la Zona Sur (CLZS), que en algún momento tuvo su bastión en Ácora, y un grupo de pobladores de ese distrito (entre ellos, alcaldes menores y tenientes gobernadores), que finalmente hicieron abortar el paro de 72 horas programado por el CLZS para los días 13, 14 y 15 de agosto contra la ejecución del proyecto de irrigación Pasto Grande II a favor de Moquegua ‒supuestamente en territorio puneño (acoreño, sobre todo) y a expensas de “nuestros” recursos hídricos‒, vuelven a dejar al descubierto las rivalidades domésticas y el mero afán protagónico de algunos dirigentes de tipo indigenista que en sus proclamas de agitación política apelan siempre a la unidad del pueblo aimara, como si este gozara de una cohesión milenaria e inquebrantable.
 
 
Esta enésima ruptura dizque aimara debiera ser motivo más que suficiente para dar al traste, y de una vez por todas, con ese manido discurso que reivindica el “buen vivir” (un invento de las ONG, según el lingüista Cerrón Palomino), aboga por la descolonización y ‒para redondear su farsa “originaria”‒ fantasea con la autonomía de la nación aimara; ideario presuntamente compartido por todos los pobladores de la zona sur y que rebrota cual hongo folclórico cada vez que a ciertos “líderes” se les ocurre movilizar a las masas en pos de plataformas casi siempre tremendistas e inviables.
 
 
Recordemos que esas fueron algunas de las majaderías que se esgrimieron el año pasado contra la inversión minera (formal) en el llamado “aimarazo”, revuelta en la que el Frente de Defensa de los Recursos Naturales de la Zona Sur (FDRNZR), presidido en aquel entonces por Walter Aduviri, jugó un rol esencial y cuyos actos de rapiña tuvieron como epicentro a la ciudad de Puno. No olvidemos tampoco que las divergencias a nivel dirigencial entre el CLZS, que fue parte activa de las algaradas, y el FDRNZS se hicieron patentes, o más bien explotaron, en el tramo final de la protesta antiminera, cuando los principales miembros del CLZS ‒y no solo ellos‒ trataron de desconocer al cabecilla mayor, Aduviri, quien hasta ese momento había capitalizado y personalizado los réditos políticos de la huelga, desplazando a segundo plano a otros dirigentes aimaras, si no opacándolos hasta diluirlos en el anonimato.
 
 
Si para el FDRNZR el “aimarazo” significó la prueba de fuego de la cual salió airoso; lo que los integrantes del CLZS pretendían, tras el anuncio presidencial de la ejecución de Pasto Grande II, era convertir el impasse limítrofe con Moquegua en un conflicto social equivalente en dimensión al de Conga (Cajamarca), encarnando ellos los papeles estelares de Saavedra y Arana. Por lo menos eso se desprendía de la advertencia que uno de los susodichos lanzó al mandatario Ollanta Humala. Sin embargo, el repudio del que fueron objeto en su localidad por parte de un grupo de paisanos suyos, que no dudó en conformar un nuevo Comité de Defensa Territorial y de los Recursos Naturales ‒privando así al CLZS del monopolio de ese trajinado “caballito de batalla”‒, desbarató sus planes.
 
 
Si bien ahora el paro de marras será encaminado por el flamante comité, la plataforma y los métodos no han variado. Y para que la lucha prospere, sus propulsores llamarán, cómo no, a la unidad del pueblo aimara, esta vez en defensa de sus territorios ancestrales; apelarán al espíritu colectivo, a la unanimidad bovina, al consenso borreguil; buscarán despertar en los aimaras el instinto bélico, la fantasía de la invasión y el despojo. Es decir, la cantaleta de siempre.
 
 
¿Ruptura aimara? ¡Quia! Si la civilización es ‒como decía MVLl antes de fungir de garante del nacionalismo‒ ese largo proceso en que el individuo se separa de la placenta tribal y adquiere soberanía como tal, distinguiéndose de los otros; la auténtica ruptura aimara debería consistir en romper cuanto antes con esos “condicionamientos tribales” ‒si los hay aún‒, no en una peleíta por liderar una huelga.

Darwin Bedoya y "Los desobedientes" de Arequipa

Darwin Bedoya en la presentación de la antología "Hijos de puta".

Cuando le pregunté a Darwin Bedoya, vía telefónica, si quizá tenía guardado por ahí algún artículo, aunque sea en borrador, sobre la poesía arequipeña contemporánea, lo que realmente pretendía era convencerlo de que escribiera algo acerca del tema para esta publicación. Que lo hiciera en lugar de mí, valgan verdades; pues, cuando descubrí que los nuevos poetas de la Ciudad Blanca no eran unos diez, como ingenuamente había creído tras leer algunos poemarios y versos sueltos, sino el doble (o tal vez más), renuncié a redactar una nota sobre ellos. “Hey, compañero me respondió Bedoya—, ¡pero si justamente estoy por publicar una antología de la nueva poesía de Arequipa! Te cedo el prólogo en primicia, si quieres”. Oh, bendita suerte la mía, ¡claro que quería! ¿Y cuántas hojas tiene tu escrito?, inquirí. Diablos, la cifra era astronómica. Le pedí que, por favor, hiciera una versión abreviada, unos 6.000 caracteres, o sea, más o menos página y media, Darwin. Asunto arreglado. Días después recibí un e-mail suyo. “Malparaíso de los poetas. Fragmento del prólogo a la muestra antológica de la reciente poesía arequipeña”, se leía en el archivo adjunto. Solo que el dichoso “fragmento” constaba de 10 páginas.

Darwin Bedoya Bautista (1974) acaba de obtener el primer puesto en la XV Bienal de Poesía“Premio Copé Internacional 2011”. El año pasado hizo lo propio en el XX Concurso Nacional de Educación Horacio (categoría de cuento). Es docente de literatura, narrador, crítico y poeta. Ha publicado los poemarios “Jardines del silencio” (2004), “Yarume” (2006), “Leve ceniza” (2010), el libro de microcuentos “Aunque parezca mentira” (2007), la antología “Hijos de puta: 15 poetas latinoamericanos” (2011), entre otros. Nació en Moquegua; su infancia la vivió aquí, primero en el valle de Majes y luego en la Ciudad Blanca; después retornaría a su tierra natal. Hasta que al fin, en sus años adolescentes, echó anclas en Juliaca (Puno).

Darwin Bedoya editará este año una antología de las voces líricas más recientes de Arequipa. Se denominará “Los otros desobedientes”. Para entender el título, hay que repasar, de la mano del antólogo, el proceso de la poesía arequipeña. En “Malparaíso de los poetas”, Bedoya sostiene que hay un primer periodo, el de Los legendarios, que va desde Mariano Melgar hasta Cesáreo Martínez, pasando por Percy Gibson, César Atahualpa Rodríguez, Alberto Hidalgo, Guillermo Mercado, Gustavo Valcárcel, Jorge Bacacorzo y José Ruiz Rosas. En el segundo momento, el de Los reconocidos, figuran Max Neyra, Raúl Bueno, Walter Márquez, Shelma Guevara, Oswaldo Chavone, Leandro Medina, Enrique Huaco, Nilton del Carpio, José Gabriel Valdivia, Rolando Luque, Odi Gonzales, Pedro Escribano, Luzgardo Medina, Alonso Ruiz Rosas y Hugo Yuen. Esta pléyade de vates constituiría una especie de canon de las letras arequipeñas.

Empero, continúa Bedoya, hay un tercer grupo de rapsodas, nacidos a partir del 70, cuyos versos (por cierto, de notable calidad) marcan distancia con la lírica de antaño. Es decir, desobedecen las normas del canon. “Un tanto alejados de la sombra de los muros canónicos, ya en pleno siglo XXI, los poetas de la Arequipa de hoy están reescribiendo la nueva poesía peruana”, señala. Ellos son los nuevos, Los desobedientes. Helos aquí: Jimmy Marroquín, Robert Baca, Óscar Saldívar, Arthur Zevallos, Mariela Cervantes, Lenin Velarde, Mirtha Núñez, Carlos Eduardo Quenaya, Juan Zamudio, Heiner Valdivia, Kreit Vargas, Maru Delgado y Augusto Carrasco. La lista se completa con Fischer Heredia, Carlos Tapia, Víctor Ingunza, Filonilo Catalina, Juan Yufra, José Ignacio Infantas, Luis Ormachea y José Luis Córdova, quienes no nacieron en la Ciudad Blanca pero forjaron su obra poética dentro y fuera de la UNSA. ¡21 en total!

“La mirada del poeta actual es una mirada sensible y atenta a las calles de la ciudad emergente”, explica Bedoya. En sus versos, Los desobedientes habrían reinventado al hombre contemporáneo como “un individuo bajo la sombra de una urbe que lo quiere aplastar”. “Vómitos urbanizados”, resume citando a Juan Yufra.

“Los otros desobedientes” tendrá alrededor de 128 páginas. Para muestra, Darwin Bedoya nos adelanta no un botón sino un verso de cada antologado:

«Estas alas que aquí veis crecen en mi cuerpo/ y no en el vuestro/ como rugosos alegatos de voces que amo, ignoro y no entiendo;/ estas alas calcinadas/ remedo de mis entrañas de madera, baten el aire inútilmente.» (Jimmy Marroquín); «Cuando ya dejado el viento del vértigo/ en los restos de algún naufragio premeditado/ la jauría de mis sueños/ tragada por la agonía del deseo/ cuando la nada aprende a seducirme/ el imposible renace en un trapecio/ de náuseas y coplas/ como una mancha en las sienes.» (Maru Delgado); «Mi cuerpo es una huella/ circunstancia precaria/ una constelación de algas/ transfiguraciones extenuadas/ arcano devastado/ una colina en ascuas.» (Óscar Saldívar); «Te pienso/ y creo en mi silencio/ en mi vista pasajera/ en mis manos de cirio/ omnipotente/ en mi imaginación esquizofrénica/ todo es mío/ yo lo he creado/ con lápiz y papel/ con un poco de pintura sobre/ una pared/ con unas cuantas lágrimas hipócritas.» (Arthur Zevallos); «Arrastro/ mi cuero a la memoria de las chullpas// Mi lenguaje/ por rutas de cerámica.» (Juan Yufra); «A veces…/ a veces yo digo soledad/ y los huesos me abandonan/ a veces yo digo melancolía/ y la garza tuerce su cuello/ y se acurruca bajo sus alas.» (José Córdova); «Para mí el paisaje roto como una espalda/ para mí el anverso y reverso de las manos/ la inocencia ajena/ cerrada y vacía como una casa sin luz.» (Carlos Tapia); «No surgirá otra estela/ en que la noche nos arranque/ los clavos del avatar/ porque es prolífico el viejo anatema espiritual/ que los paganos purgan.» (Víctor Ingunza); «Me despoja esta tierra, me consume una tortilla/ observo la luna amaneciendo (como hoy) perfecta y siento/ que paseas entre árboles, sauces y frutales.» (Lenin Velarde); «Este cuerpo,/ no destruye, no contamina,/ resbala ígneo entre los átomos,/ incinera este cascarón de barco,/ este rostro de madera/ estas colosales zarpas en el espejo,/ esta danza de letras sobre la frente.» (José Ignacio Infantas); «Confié la navegación de mis huesos húmedos/ al parpadeo sin fin desta estrella de carne/ que nace del costado izquierdo de mi pecho// amante amordazado/ a las mareas nocturnas del cuerpo.» (Kreit Vargas); «La vida es un ruido sembrado en el mar/ una piedra tatuada en su eternidad/ un esbozo de hollín humano/ cruz que reboza mi cáscara/ como un lobo en mi cuerpo.» (Heiner Valdivia); «Confieso que he pecado/ también confieso que existo/ y la lengua cuelga/ por la ventana/ con la sola intención de ser vista/ en noches calladas.» (Juan Zamudio); «Sobre un humano lecho/ humano y bendecido por la fatalidad/ fueron halladas las formas de hoguera danzante/ de una escultura cuya circunstancia se orientaba/ hacia las tres auténticas direcciones de la atmósfera/ callaron los paisajes habituales.» (Luis Ormachea); «La piedra rota en mis manos// Prometeo de ojos arrancados/ para morir con los reptiles que amamantaron al fuego/ una noche despertará en mi costado/ de dientes crecidos.» (Fisher Heredia); «Soy/ ese animal disecado/ que no sabe que murió hace tiempo.» (Filonilo Catalina); «Esto que rueda sobre el papel/ es el burdo testimonio de mí mismo/ el artificio herido/ de la imagen que nace de la lluvia.» (Carlos Eduardo Quenaya).

¡21 vates! Y, lo que es más difícil de creer, todos dignos de figurar en una antología. La cifra me sorprende porque en materia literaria, huelga repetirlo, la cantidad no siempre va de la mano con la calidad. Arequipa, tierra de poetas, qué duda cabe. Recién me explico por qué algunos sueñan con una ordenanza municipal que limite el número de estos a 5 por cuadra. (El chiste me lo contó un abogado arequipeño que, por cierto, también escribe poesía).

Ahora leo el e-mail de Darwin Bedoya. No le presté atención al principio porque me urgía ver el archivo adjunto (el del “fragmento”). “Como veras me escribe, este prólogo pertenece al 2009, en estos 3 años siguientes han habido nuevas publicaciones, textos y autores de buena performance que no están incluidos pero que tengo sus libros y pienso incluirlos en la muestra, tal vez en una pequeña presentación que hagas a este texto puedas decir que irán casi 25 poetas”.

* Artículo publicado en revista de Correo Aqp (edición especial por el 472 aniversario de Arequipa), 15/ 08/ 2012.

lunes, 18 de junio de 2012

CHURATA Y SUS CARTAS A MARIÁTEGUI*

Hay en la “Correspondencia” (Ed. Amauta, Lima, 1984) de José Carlos Mariátegui, un total de 7 cartas que Gamaliel Churata le remitió entre 1926 y 1929. Esas misivas son solo las que se encontraron entre los papeles que dejara Mariátegui, ya que muchas otras, según Churata, fueron interceptadas por la policía y nunca llegaron a su destino.

El periodo del intercambio epistolar coincide casi con el furor indigenista que arreciaba en Lima y el Perú, y también con la vida del “Boletín Titikaka”, que se editaba en Puno (1926 – 1930 en ambos casos). Dirigido por Churata y su hermano Alejandro, el Boletín estaba muy ligado a la revista “Amauta” (a cargo de Mariátegui), tanto así que se llegó a creer que el primero era una mera “sucursal” de la segunda.

A continuación reseñamos parcialmente cada una de las cartas a fin de acercarnos al perfil personal del escritor puneño y echar mayores luces sobre algunas de sus vivencias, ora trascendentales ora anecdóticas, correspondientes a esa época.

C1 (27/11/1926): Al parecer en una misiva anterior Mariátegui agradeció a Churata su colaboración en la distribución de la revista “Amauta” y las publicaciones de la editorial “Minerva” en Puno. Este responde cortésmente que las gracias están demás. Afirma que su apoyo se debe a la afinidad ideológica que existe entre ambos: Desde los primeros años declaré mi credo revolucionario (…) A los quince años desafiaba a duelo a un gamonal, a causa de los indios, y a los diecisiete me encarcelaban a causa de haber insultado el gobierno de Benavides. Soy, pues, orgánicamente, un vanguardista (…) y mi colaboración a su labor obedece a eso”.

Asimismo le expresa su satisfacción por los juicios que Mariátegui le dedicara a su cuento “El gamonal”. Finalmente, le recuerda sus pedidos de libros, solicita catálogos de obras nuevas y una colección completa de la “Revista de Occidente”, y expresa su deseo de suscribirse a dicha publicación española.

C2 (2/7/1927): Churata se refiere a cartas y telegramas suyos dirigidos a Mariátegui que habrían sido interceptados por la policía. También le expresa su solidaridad a raíz de una sonada detención que este sufrió en Lima y le recomienda marcharse a Buenos Aires.

A continuación le relata un desencuentro que tuvo con el poeta puneño Emilio Armaza: Le abrazo a nombre de todos, de Alejandro [Peralta], menos de Armaza, el cual es un pobre muchacho burgués, simulador y arribista, tan pobre de imaginación como de honradez y que si le ha pedido algo sólo merece que Ud. lo desprecie. Voy a referirle un solo detalle que lo pinta. Cuando ustedes me enviaron Amauta, salí personalmente a imponerlo y entonces este poeta de una raza que no existe se me enojó como un idiota por el hecho de que pretendí venderle un número de su revista, asegurando que él no compraba cojudeces. Estaba fresco del Buenos Aires frívolo y no se olvidaba de cierto limeñismo amariconado. Creo que sobra con lo dicho. En mi presencia compró luego un número de “Mundo Argentino” para castigarme”.

C3 (9/6/1928): Churata expresa su preocupación por la enfermedad de Mariátegui. Seguidamente le presenta así al escritor Mateo Jayka: [es un] joven neoindio que se inicia muy afanoso en el estudio del folklore, como verá usted por los ensayos que le envía. Si este muchacho continúa por la ruta que tiene iniciada su profundo conocimiento de la raza aborigen le capacitará para ofrecernos en sazón la novela del altiplano que aún no se ha intentado con ánimo indígena. En todo caso usted juzgará de su mérito dándole cabida en la revista”.

Le dice además que le remite dos dibujos del pintor Diego Kunurana (Demetrio Peralta, hermano menor de Churata), quien pronto se va Cusco a estudiar inkaísmo, [y] es, también, uno de nuestros futuros combatientes”.

C4 (30/7/1928): Se alegra por la mejoría de Mariátegui y pasa a contarle que al poeta y dramaturgo Inocencio Mamani, encargado de recibir “Amauta”, lo ensoquillaron en el Cuartel, so pretexto de servicio de movilizables durante seis meses, con maniobras de llapa”,por lo que los nuevos envíos, dice Churata, deberán hacérselos a él mismo, aunque sin dejar de rotular los paquetes a nombre de Mamani, para así evitar que sean interceptados.

Solicita ejemplares de “Tempestad en los andes”, “La escena contemporánea”, “El nuevo absoluto”, etc. y le recuerda queestamos esperando su artículo para el boletín [Titikaka]. (…) con una página sería de sobra el honor y el provecho”. También señala que le enviará una nota sobre el pintor argentino José Malanca.

Hay un curioso “favor” que Churata pide a Mariátegui para su hermano menor, el poeta Alejandro Peralta, quien a la sazón laboraba como recaudador de tributos en Carabaya: si personal o por medio de sus relaciones podría usted ejercer alguna influencia en el Gerente de la Caja de Depósitos y Consignaciones a favor de Alejandro. (…) Para fines ulteriores, entre mis planes estaría tener a Alejandro frente a la jefatura de la Recaudadora, modo, usted comprende, de controlar la actividad del departamento”.

Finalmente dice haber leído el libro sobre “Literatura peruana” de Luis Alberto Sánchez, que aún le parece incompleto.

C5 (8/9/1928): Le escribe, “aprovechando las bodas de Leguía con la imbecilidad de los peruanos”, para enviarle como colaboración fragmentos de “Tojjras” y lo anima a visitar Puno: Por qué no se resuelve a brincar por los Andes? Verle en Puno, hombre, sería para nosotros una gran alegría. Además parece que usted cierta vez me insinuó lo mucho que le favorecería tal viaje”. Le cuenta asimismo que pronto quedará definitivamente constituida en Puno la “Agencia Titikaka”, bajo el auspicio de Eduardo Fournier.

C6 (10/9/1928): Es una suerte de posdata de la anterior. Churata ofrece su apoyo en la difusión de “7 ensayos” de Mariátegui, cuya aparición era inminente, y se queja de “múltiples y asquerosos enemigos” que campean en Puno: Puede decirse que entre hundirnos para siempre en el fango, hemos decidido tirarnos a flotar sobre él. ¡Figúrese el adefesio de obra que hacemos a la legión de rameras que nos joden a diario!”

C7 (24/4/1929): Churata, muy dolido, explica su demora en responder a una carta de Mariátegui y cancelarle una deuda: Debe usted estar extrañado de mi silencio de tantos días. Pero es que la VIDA, así con mayúsculas, sigue atacando mis izquierdas revolucionarias y se ha propuesto dejarme limpio el camino de todos los seres que eran mi legado de alegría. Ayer fue Teófano Churata, le siguió Quemensa Churata, mis hijos, y el 12 de abril a las cinco y treintainueve de la madrugada, Brunilda mi compañera, chiquilla que con quince años vino desde Chile a pagar mi tributo a la tierra. Fácil es que piense que tanto golpe si me ha endurecido el cuero me ha puesto también muy deslucida el alma”.

Dice haber escrito una réplica a una afirmación de Jorge Basadre sobre el declive del vanguardismo y que además intentará hacer un estudio sobre la “indianidad” (para él, el aspecto medular) de la poesía de José María Eguren.

En 1930 con la temprana muerte de José Carlos Mariátegui, “Amauta” saldría del mercado. Coincidentemente ese mismo año se editaría el último número del “Boletín Titikaka”. Así, los años aurorales del indigenismo en el Perú llegaron a su fin. Entre tanto en Puno, Churata, acusado de agitador comunista, fue perseguido sin tregua por el gobierno de Sánchez Cerro y tuvo que huir a Bolivia donde permaneció más de treinta años.

* Artículo publicado en el diario Correo (Puno), 16/06/2012.